ARANH: La felicidad bajo el sol

Aranh es uno de los proyectos más nuevos, tan solo tiene dos años de vida. Está situado en la provincia de Siem Reap, alejado a unos cuarenta minutos del otro programa de la provincia. Pero los viajes en furgoneta cada mañana y cada tarde no son un problema para ellos, sino todo lo contrario. Se convierten en otro momento de diversión más donde todos cantan y animan el ambiente.

“No puede ser permisible que haya un niño más trabajando, para mí es lo más importante”, Marta.

Este proyecto tiene una característica especial, y es que se sitúa en un colegio. Mientras que los niños del Programa de Continuidad Escolar corren por el patio, en las aulas se encuentran otros dando clase. Incluso, mientras se están desarrollando los juegos, se forman corrillos de niños uniformados que observan con gran interés como los demás juegan, o, a veces, hasta se unen. Esta excepción es debido a un acuerdo que hizo PSE con el director del propio colegio, ya que se vio la necesidad de abrir un nuevo camp en esta zona. 

Muchos de los niños que iban al proyecto de Siem Reap Central empezaron a dejar de venir porque vivían muy lejos o luego tenían clases y no les daba tiempo a acudir. Además, en un barrio cercano a la paillote, hay un vertedero, donde muchos niños están trabajando actualmente. Sobraban los motivos para intentar hacer un nuevo proyecto en esta zona. “Con que viniese solo un niño de ese barrio o trabajando en ese basurero, ya todo lo que se hace por Camboya o todo lo que se hace por este camp, merecería la pena. No puede ser permisible que haya un niño más trabajando, para mí es lo más importante”, Marta, coordinadora europea del proyecto de Aranh.

“Phnom Penh es el corazón del campamento, pero tener un campamento en Siem Reap o Sihanoukville también es necesario porque aquí los niños también trabajan en el vertedero”, expresa Jules, monitor de segundo año.

Marta, haciendo reír a un niño mientras cuenta los puntos de cada equipo en las Olimpiadas.

Los niños aquí se dividen en dos turnos: los de por la mañana y los de por la tarde. Los primeros, comienzan a llegar sobre las 7, y media hora después, lo hacen aquellos que llegan en autobús. Como no todos los niños pueden venir andando, un autobús va a las zonas más pobres a recogerlos y traerlos de vuelta cuando el turno acaba. Se les lleva a las duchas, y se reúnen todos en el desayuno y en las primeras chuas del día. 

“En los problemas globales, todos tenemos un punto en común”, Enrique.

A partir de aquí, comienzan las actividades, que, dependiendo del día son unas u otras, como juegos grandes, ferias, juegos con agua… Pero siempre intentan que tengan un mensaje detrás, un objetivo. “Me gustó mucho una actividad que hice sobre reciclaje. Primero, los niños tenían que recoger la basura del camp y luego hacer una carrera, seleccionando los distintos tipos de basura: plástico, vidrio, orgánico y papel y cartón y meterlos en los respectivos contenedores que hice con carteles y cubos. Después, hicimos varias preguntas sobre cómo reciclaban en su casa o su día a día, y muchos pusieron ejemplos que podemos ver en nuestras casas en Europa. La conclusión que sacamos es que en los problemas globales, todos tenemos un punto en común”, explica Enrique, monitor de primer año. 

Enrique bailando con uno de los niños durante el juego de hacer disfraces.

Los ejercicios aplicando inteligencia emocional se empiezan a plantear en este camp también. Primeramente, con nociones básicas, pero para luego terminar el Programa de Continuidad Escolar habiendo logrado profundizar lo máximo posible.“Esta semana hemos tenido reconocimiento emocional. Estamos intentando trabajar, dentro de la inteligencia emocional, primero la conciencia emocional: conocer vocabulario de emociones, saber cuándo se siente eso y cómo cada persona puede sentir diferente…”, comenta Marta, que trabaja como psicóloga en España.

Aranh es un lugar en el que prácticamente toda la vida se desarrolla en el exterior, por lo que se procura pasar el mayor tiempo posible debajo de una zona con tejado.

Posteriormente, se les da un almuerzo debajo de la zona techada que hay en el camp. Aranh es un lugar en el que prácticamente toda la vida se desarrolla en el exterior, por lo que se procura pasar el mayor tiempo posible debajo de una zona con tejado, que evita que los niños estén constantemente bajo el sol.

Jóvenes de Aranh practicando un juego jemer consistente en emparejar chanclas.

A las 11 llega la hora de la meditación, donde los niños consiguen relajarse un poco tras los juegos durante la mañana. Y, después, reponen fuerzas gracias a la comida. Este es el momento más caótico de todo el día, ya que suelen juntarse ambos turnos, los que estaban ya en el camp y los de por la tarde que empiezan a llegar. Puede resultar estresante, porque los monitores dejan de saber qué niños están en cada turno, pero finalmente consiguen lidiar con ello cada día. La solución: mientras unos empiezan a comer, los otros se van duchando. 

Una vez todos acaban de comer, unos se quedan echándose la siesta, otros se van al autobús, otros se van al colegio y otros regresan a sus casas. Se hacen chuas, mientras que los monitores animan a los niños cantando y bailando, consiguiendo que los niños se empiecen a despertar y a animarse para el momento de las actividades. Mientras, los demás voluntarios preparan los nuevos juegos y ejercicios que hay planteados, y… ¡es hora de jugar! Después de entretenerles durante un rato, se les da la merienda y vuelven a sus casas sobre las 4. Al igual que en el primer turno, dependiendo de dónde vivan, lo harán andando o en autobús.

El Programa de Continuidad Escolar se convierte para ellos en un hogar. 

Esta semana también les ha acompañado parte del Medical Team de Phnom Penh: Alba, Jaime y Rosa. Con ellos, han podido hacer actividades diferentes, como talleres en los que les enseñan, por ejemplo, a prevenir enfermedades de transmisión sexual, como el VIH. La falta de información sobre temas de salud se puede observar cuando se desarrollan actividades así, en las que se ve cómo los niños apenas tienen conocimientos previos sobre ellos. Por eso, es muy importante la labor que ha desarrollado este equipo durante estos días en la paillote.

Monitores europeos y jemeres felices después de haber acabado todos los juegos.

En Aranh se respira una alegría e ilusión especial. En cada actividad, se puede observar la conexión que existe entre los monitores. Al pasar tantas horas juntos, se han convertido en una gran familia. Eso es algo que les transmiten también a los niños, y el Programa de Continuidad Escolar se convierte para ellos en un hogar. 

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