Ya quedan pocos días para la llegada de nuestros voluntarios a Phnom Penh. Las más de doscientas personas colaboradoras preparan su viaje desde su país de origen: España, Francia, Reino Unido… Llega la hora de hacer la maleta, organizar los regalos para que quepa el mayor número posible, la adquisición del botiquín, saco de dormir, esterilla… Y algo de lo que seguro no se van a olvidar: la ilusión.
Camboya es un país lejano y desconocido para la gran mayoría. Y qué mejor manera de hacerlo que de la mano de PSE Por la Sonrisa de un Niño, que lleva más de veinte años mejorando la vida de la ciudadanía en el país asiático. “Cuando me contaron la historia de Camboya y la labor de PSE en ese país me pareció algo admirable e increíble. Sentí con todas mis fuerzas que también quería aportar mi pequeño granito de arena y ayudar en todo lo que podía. ¡Todo sea por ayudar a los niños a tener una vida mejor!”, señala Elena Fabero, que acude como voluntaria por primera vez este año.
Lo que no saben los nuevos es que no solo van a aportar ese esfuerzo, sino que también volverán a casa con nuevos valores, conocimientos y experiencias que les cambiarán por completo. “Cuando has ido a Camboya obviamente se te abren los ojos a una pobreza de la que aquí solo oyes en el telediario, sentado en tu sofá con tu vaso de Coca-cola sobre la mesa. Por otra parte, está la lección de vida que aporta PSE a cada monitor: todos formamos parte de un equipo. En Camboya, y aquí. Cada uno aportamos y juntos hacemos una montaña. Lo que yo me llevo a casa, tanto cuando vuelvo de Camboya, como siempre que hay eventos de PSE, es la sensación de que las pequeñas acciones sí pueden cambiar el mundo, siempre que se junten de la forma adecuada”, relata David Alonso, monitor el año pasado en el proyecto de Aranh.

La experiencia se convierte en algo secundario cuando hay tantas ganas. “Espero poder transmitir toda la ilusión que tengo”, comenta Sonia Rozalén, preparada para su primer verano como voluntaria en Camboya. Pero hay algo que todos los veteranos sugieren: dejar el miedo atrás. “Ábrete desde el principio, trata de sumergirte en la atmósfera del PSE: sus bailes, pero también sus reglas y valores”, aconseja Olivia Dubern, antigua voluntaria de la ONG.
Los veteranos no tienen ninguna duda de que el año que viene todos van a tener ganas de volver para continuar mejorando la vida de los niños, como así han hecho ellos año tras año. “Por dos razones: me siento como un miembro de la familia del PSE y una familia necesita todos y cada uno de sus elementos para trabajar, aunque sea el más pequeño. Regresar también es saber que los nuevos monitores este año serán veteranos el año siguiente y así sucesivamente. Y eso es vital para el buen funcionamiento de los proyectos. Y luego, un deseo ligeramente egoísta de volver a un problema en el que me siento realmente útil a diario: mejorar la vida diaria de los niños, ¡ayudar a los adolescentes a salir de la pobreza!”, explica Tristan Derrien, veterano del Programa de Continuidad Escolar.
Paula Sánchez, coordinadora del proyecto de OBK, recomienda que se exprima cada minuto para lograr aprovechar al máximo esta nueva experiencia. “PSE me ha hecho ser quien soy, conocer a personas maravillosas que me acompañan en mi vida y a peques que me han enseñado mucho más que en los años académicos. Es una familia y Camboya es como una gran casa que nos acoge a todas las personas que llegamos. Vuelvo y volvería toda mi vida si pudiese”.

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