Cada día, una hilera de personitas cruza la central de PSE, lentamente y con algunos traspiés, en un trayecto que va desde la oficina de Servicios Sociales hasta las aulas destinadas al subprograma de Kindergarten. Son los más pequeños del programa de verano. Verlos pasar es todo un espectáculo y levantan pasiones entre los monitores y estudiantes que cada mañana, de ida, o por la tarde, a su vuelta, se los encuentran.

En busca de unos brazos reconfortantes

Los monitores de Kindergarten se convierten para los más de cuarenta niños de 0 a 3 años que llegan cada día en unas manos tiernas y protectoras que les proporcionan comida, higiene, juegos y abrazos cuando más lo necesitan.
La mayoría de ellos son hijos del personal jemer de PSE, pero también pueden pertenecer a familias de las zonas cercanas.

Un subprograma muy joven, como sus protagonistas
Hace solo dos años, la dirección de PSE decidió tender su mano a las madres jemeres que trabajan en la ONG también en agosto, creando un subprograma de verano dedicado a cuidar a sus hijos más pequeños. Kindergarten se incluía así en la lista de subprogramas que conforman el programa de verano, aunque no se pondría en marcha hasta 2017, cuando se le asignó un equipo de monitores dedicado de lleno a él.
Actividades para despertar los sentidos

Kindergarden cuenta con tres aulas, una dedicada a dar de comer a los niños, otra destinada al descanso y otra a los juegos. Casi al final del día, además, los monitores bañan a los niños en una cuarta sala habilitada par ese fin.
«El resto del día se reparte en diferentes actividades dirigidas a estimular su creatividad, a fomentar su sociabilidad y a trabajar la relajación en algunos momentos», Marta, coordinadora de Kindergarten
Debido a la disparidad de edades, ya que poco tiempo en esta fase del crecimiento supone una gran diferencia, los monitores necesitan trabajar en la adaptación de las actividades planificadas para que sean aprovechadas por todos los niños.

Además, realizan actividades de acuerdo a una temática que varía cada semana: el mar, los colores, los animales… El objetivo es que los niños se introduzcan en ellas de un modo lúdico, sin dejar de resultar educativo.
Pequeñas grandes personalidades
Desde el momento del desayuno, pueden observarse los distintos caracteres de estos niños, que en ciertos casos llegan a ser muy autónomos, también a la hora de comer.

Resulta sorprendente ver cómo algunos, realmente pequeños, agarran con firmeza y colman la cuchara con arroz antes de llevársela a la boca. Otros necesitan más ayuda y requieren la atención de alguno de los monitores que se preocupa de que coma debidamente.

A veces, a los monitores les es difícil recordar los nombres de los niños y recurren al truco de escribirlo con boli en la mano, para que les sirva de chuleta. En la mano de los niños, claro, si no la idea pierde eficacia. En cualquier caso, lo cierto es que, sepan su nombre o no, conocen bien a todos los niños y saben cuáles de ellos son más revoltosos y cuáles necesitan un empujón motivacional para animarse a socializar.
Los monitores conocen bien a todos los niños y saben cuáles de ellos son revoltosos y cuáles necesitan un empujón para socializar
En uno de los extremos se encuentra, por ejemplo, una niña que ríe y quiere jugar en todo momento, pero también tiene un don para escabullirse del control de los monitores. «Es una de las niñas que más trabajo nos da, pero a la vez es una de las más alegres y sonrientes», comenta Marin, uno de los voluntarios de este subprograma. «Una cosa compensa la otra», concluye.

El caso opuesto lo podemos encontrar en dos gemelos, Veasna y Somnang, que, pese a ser hermanos, no suelen estar juntos, aunque sí comparten su seriedad y reserva en el trato con los demás niños. A uno de ellos, de hecho, le apasiona estar con Lay, uno de los monitores jemeres, en todo momento y, claramente, da prioridad a eso sobre cualquier otra actividad, como nos recuerda entre risas Marta, coordinadora de este subprograma.
Los héroes más bajitos

Siendo la infancia una fase vital marcada por la dependencia y la fragilidad, estos niños demuestran ser unos superhéroes y merecerse con mérito las camisetas de Superman o los pantalones de Batman que algunos de ellos visten. Cada día, atraviesan dos veces el pedregoso camino entre Kindergarten y la oficina de Servicios Sociales, que incluye subir y bajar las escaleras que llevan a sus aulas. Es divertido cómo cada uno de ellos afronta este reto, pues algunos se empeñan en subir y bajar sin ayuda y otros la solicitan desde el primer momento.
El objetivo, en cualquier caso, es que estos niños sigan obteniendo en PSE el impulso que necesitan para pronto volar sin ayuda, como auténticos personajes de cómic con el superpoder de llegar a donde se propongan.
El patrocinador
Nos gustaría agradecer IE University la ayuda económica prestada para este subprograma de Kindergarden.