Asociación constituida en Madrid el 3 de noviembre de 2004.
Asociación declarada de utilidad pública e inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior con el número 584 943.
© PSE Por la Sonrisa de un Niño. Todos los derechos reservados.
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SARA: “¡OKUN CHARAN VEAL SBOV!” La experiencia de Sara, voluntaria de primer año en el Programa de Continuidad escolar en Camboya 2016 se traduce en un sentimiento de gratitud.
LA LLEGADA Colaborar como voluntaria en PSE suponía ampliar ese horizonte que desde hacía unos años había intentado explorar desde diferentes perspectivas de voluntariado, pero nunca pude adivinar que sería tan gratificante ni satisfactorio. Nuestra llegada a Camboya vino acompañada de mil sensaciones entre las cuales, pude destacar felicidad y emoción a la vez que incertidumbre por lo que estaba por venir. Pero si hay algo que me ha quedado claro tras esta experiencia es que la ilusión todo lo puede…
VEAL SBOV El día que me asignaron el famoso Veal Sbov, me sentí realmente emocionada, ya que, según relataban algunos monitores veteranos, estaba formada por los niños más indómitos y también más queridos que PSE acoge en su Programa de Continuidad Escolar. El enclave se encontraba en un pueblecito, alejado del centro de la capital, (de donde partíamos cada mañana), al que fuimos unos días después de que nos asignasen el Camp. Se trataba de una comunidad de lo más humilde, formada por unas cuantas chabolas , levantadas bajo un suelo con montones de botellas de plástico.
Esos eran los hogares de los niños que más adelante formarían mi querida "Paillote Bai". Tras mi primera visita, contemplé una escena que no me abandonó durante varios días: una mujer cogiendo en brazos a su niño, caminando entre gallinas que correteaban a su lado, descalza sobre la basura y portando a bebé desnudo… ¡Nunca había visto nada igual! Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba dispuesta a dar lo máximo de mí, todo lo que estuviera en mi mano para proporcionarles un poco de felicidad a esos niños.
EL GRAN CAMBIO La primera semana fue una semana de adaptación, en la que me centré en conocer a mis compañeros voluntarios y en hacerme al lugar, las instalaciones, los horarios y sobre todo a los niños, que como yo misma pude comprobar, eran explosivos… en definitiva, a tanto cambio. Este shock del primer momento se desvaneció rápidamente un par de días después, cuando pasé de dicho periodo a a desear llegar cada día y a quererlo tanto hasta formar parte de mí...
UN DÍA EN VEAL SBOV El día llegaba pisando fuerte, ya que nos levantábamos a las 5.30AM y rápidamente desayunábamos en 'las Jotas' nuestra barra de pan con mermelada, nos vestíamos y corriendo nos dirigíamos a la Cantine, donde nos recogía Santi con la pick-up para ir a la Paillote, situada a unos cincuenta minutos de viaje en el que apenas había más espacio que el necesario para sentarse. ¡Era realmente emocionante! Nada más llegar, los niños iban a la zona de “las duchas”, donde nuestros monitores chicos les ayudarían a ducharse con los cubos mientras gritaban con entusiasmo nuestra famosa canción: “sabu, sabu, sabu, sabu…” y las chicas mientras desayunaban arroz con un condimento que variaba cada día, y luego al contrario. A continuación, cada monitor se dirigía a su actividad del día, que había preparado la semana anterior y los niños se dividían en “chromes”,por edades para ir pasando por cada una de ellas. Era sin lugar a dudas nuestro momento, en el que cada monitor tenía un tiempo para dedicarle directa y exclusivamente a los pequeños, llevando a cabo la actividad que con tanto entusiasmo había preparado. También era uno de los momentos  más complicados del día, ya que debíamos tratar de conseguir que los niños no se “escapasen” de la actividad para trepar por los árboles  o buscar insectos bajo cualquier piedra o troncó, ¡fauna que ni ellos conocían…! ¡Era la jungla! La hora de la comida era genial, ya que nos reíamos muchísimo con los niños y después venía la siesta. Era el momento en el que aprovechábamos para reponer energías después de una mañana agotadora en la que lo habíamos dado todo… ¡Después de todo, hacía falta! Tras una hora de siesta les despertábamos con música, donde los monitores rompíamos a bailar y así, les animábamos antes de que Kunthea les leyese un cuento. Aprovechábamos ese instante para finalizar entre todos los últimos preparativos la actividad de la tarde. Dos de mis actividades favoritas fueron la gymkana y la feria. Las actividades del día se clausuraban tras la formación, en la que cantábamos el himno de Camboya mientras bajábamos la bandera y finalmente, llegaba uno de los momentos en que más disfrutaba: la “gouter" -merienda- antes de llevarles de nuevo a sus casas. Me encantaba repartir la fruta del día ya que era el último instante en el que podía mirar sus expresiones inocentes llenas de alegría y gratitud  después de una larga jornada en la que juntos habíamos sido felices y entonces yo les devolvía ese mismo sentimiento, de gratitud mientras decía: “Okun Charan” -muchas gracias-.
Formar parte de Veal  Sbov ha sido realmente gratificante. Lo que en un principio se mostraba como una jungla imposible de domar, se convirtió en un espacio único en el que podíamos ser nosotros mismos sacando lo mejor que teníamos dentro, y fue precisamente esa energía indómita en cada uno de nuestros niños lo que creó finalmente un ambiente lleno de cercanía, felicidad y entusiasmo… Por último, me gustaría recalcar una frase que Sandra -nuestra coordinadora- colgó en la pared de la Paillote y que tuve muy presente durante todo el camp, ya que se convirtió en mi lema y me ayudó a darme cuenta de lo fácil y enorgullecedor que era hacerles felices. ¡Fue a partir de entonces cuando realmente aproveché al máximo y ofrecí lo mejor de mí! La frase decía así: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” Madre Teresa de Calcuta.  
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SARA: “¡OKUN CHARAN VEAL SBOV!” La experiencia de Sara, voluntaria de primer año en el Programa de Continuidad escolar en Camboya 2016 se traduce en un sentimiento de gratitud.
LA LLEGADA Colaborar como voluntaria en PSE suponía ampliar ese horizonte que desde hacía unos años había intentado explorar desde diferentes perspectivas de voluntariado, pero nunca pude adivinar que sería tan gratificante ni satisfactorio. Nuestra llegada a Camboya vino acompañada de mil sensaciones entre las cuales, pude destacar felicidad y emoción a la vez que incertidumbre por lo que estaba por venir. Pero si hay algo que me ha quedado claro tras esta experiencia es que la ilusión todo lo puede…
VEAL SBOV El día que me asignaron el famoso Veal Sbov, me sentí realmente emocionada, ya que, según relataban algunos monitores veteranos, estaba formada por los niños más indómitos y también más queridos que PSE acoge en su Programa de Continuidad Escolar. El enclave se encontraba en un pueblecito, alejado del centro de la capital, (de donde partíamos cada mañana), al que fuimos unos días después de que nos asignasen el Camp. Se trataba de una comunidad de lo más humilde, formada por unas cuantas chabolas , levantadas bajo un suelo con montones de botellas de plástico. Esos eran los hogares de los niños que más adelante formarían mi querida "Paillote Bai". Tras mi primera visita, contemplé una escena que no me abandonó durante varios días: una mujer cogiendo en brazos a su niño, caminando entre gallinas que correteaban a su lado, descalza sobre la basura y portando a bebé desnudo… ¡Nunca había visto nada igual! Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba dispuesta a dar lo máximo de mí, todo lo que estuviera en mi mano para proporcionarles un poco de felicidad a esos niños.
EL GRAN CAMBIO La primera semana fue una semana de adaptación, en la que me centré en conocer a mis compañeros voluntarios y en hacerme al lugar, las instalaciones, los horarios y sobre todo a los niños, que como yo misma pude comprobar, eran explosivos… en definitiva, a tanto cambio. Este shock del primer momento se desvaneció rápidamente un par de días después, cuando pasé de dicho periodo a a desear llegar cada día y a quererlo tanto hasta formar parte de mí...
UN DÍA EN VEAL SBOV El día llegaba pisando fuerte, ya que nos levantábamos a las 5.30AM y rápidamente desayunábamos en 'las Jotas' nuestra barra de pan con mermelada, nos vestíamos y corriendo nos dirigíamos a la Cantine, donde nos recogía Santi con la pick- up para ir a la Paillote, situada a unos cincuenta minutos de viaje en el que apenas había más espacio que el necesario para sentarse. ¡Era realmente emocionante! Nada más llegar, los niños iban a la zona de “las duchas”, donde nuestros monitores chicos les ayudarían a ducharse con los cubos mientras gritaban con entusiasmo nuestra famosa canción: “sabu, sabu, sabu, sabu…” y las chicas mientras desayunaban arroz con un condimento que variaba cada día, y luego al contrario. A continuación, cada monitor se dirigía a su actividad del día, que había preparado la semana anterior y los niños se dividían en “chromes”,por edades para ir pasando por cada una de ellas. Era sin lugar a dudas nuestro momento, en el que cada monitor tenía un tiempo para dedicarle directa y exclusivamente a los pequeños, llevando a cabo la actividad que con tanto entusiasmo había preparado. También era uno de los momentos  más complicados del día, ya que debíamos tratar de conseguir que los niños no se “escapasen” de la actividad para trepar por los árboles  o buscar insectos bajo cualquier piedra o troncó, ¡fauna que ni ellos conocían…! ¡Era la jungla! La hora de la comida era genial, ya que nos reíamos muchísimo con los niños y después venía la siesta. Era el momento en el que aprovechábamos para reponer energías después de una mañana agotadora en la que lo habíamos dado todo… ¡Después de todo, hacía falta! Tras una hora de siesta les despertábamos con música, donde los monitores rompíamos a bailar y así, les animábamos antes de que Kunthea les leyese un cuento. Aprovechábamos ese instante para finalizar entre todos los últimos preparativos la actividad de la tarde. Dos de mis actividades favoritas fueron la gymkana y la feria. Las actividades del día se clausuraban tras la formación, en la que cantábamos el himno de Camboya mientras bajábamos la bandera y finalmente, llegaba uno de los momentos en que más disfrutaba: la “gouter" -merienda- antes de llevarles de nuevo a sus casas. Me encantaba repartir la fruta del día ya que era el último instante en el que podía mirar sus expresiones inocentes llenas de alegría y gratitud  después de una larga jornada en la que juntos habíamos sido felices y entonces yo les devolvía ese mismo sentimiento, de gratitud mientras decía: “Okun Charan” -muchas gracias-.
Formar parte de Veal  Sbov ha sido realmente gratificante. Lo que en un principio se mostraba como una jungla imposible de domar, se convirtió en un espacio único en el que podíamos ser nosotros mismos sacando lo mejor que teníamos dentro, y fue precisamente esa energía indómita en cada uno de nuestros niños lo que creó finalmente un ambiente lleno de cercanía, felicidad y entusiasmo… Por último, me gustaría recalcar una frase que Sandra -nuestra coordinadora- colgó en la pared de la Paillote y que tuve muy presente durante todo el camp, ya que se convirtió en mi lema y me ayudó a darme cuenta de lo fácil y enorgullecedor que era hacerles felices. ¡Fue a partir de entonces cuando realmente aproveché al máximo y ofrecí lo mejor de mí! La frase decía así: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” Madre Teresa de Calcuta.  
Asociación constituida en Madrid el 3 de noviembre de 2004.
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LA LLEGADA Colaborar como voluntaria en PSE suponía ampliar ese horizonte que desde hacía unos años había intentado explorar desde diferentes perspectivas de voluntariado, pero nunca pude adivinar que sería tan gratificante ni satisfactorio. Nuestra llegada a Camboya vino acompañada de mil sensaciones entre las cuales, pude destacar felicidad y emoción a la vez que incertidumbre por lo que estaba por venir. Pero si hay algo que me ha quedado claro tras esta experiencia es que la ilusión todo lo puede…
VEAL SBOV El día que me asignaron el famoso Veal Sbov, me sentí realmente emocionada, ya que, según relataban algunos monitores veteranos, estaba formada por los niños más indómitos y también más queridos que PSE acoge en su Programa de Continuidad Escolar. El enclave se encontraba en un pueblecito, alejado del centro de la capital, (de donde partíamos cada mañana), al que fuimos unos días después de que nos asignasen el Camp. Se trataba de una comunidad de lo más humilde, formada por unas cuantas chabolas , levantadas bajo un suelo con montones de botellas de plástico. Esos eran los hogares de los niños que más adelante formarían mi querida "Paillote Bai". Tras mi primera visita, contemplé una escena que no me abandonó durante varios días: una mujer cogiendo en brazos a su niño, caminando entre gallinas que correteaban a su lado, descalza sobre la basura y portando a bebé desnudo… ¡Nunca había visto nada igual! Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba dispuesta a dar lo máximo de mí, todo lo que estuviera en mi mano para proporcionarles un poco de felicidad a esos niños.
EL GRAN CAMBIO La primera semana fue una semana de adaptación, en la que me centré en conocer a mis compañeros voluntarios y en hacerme al lugar, las instalaciones, los horarios y sobre todo a los niños, que como yo misma pude comprobar, eran explosivos… en definitiva, a tanto cambio. Este shock del primer momento se desvaneció rápidamente un par de días después, cuando pasé de dicho periodo a a desear llegar cada día y a quererlo tanto hasta formar parte de mí...
UN DÍA EN VEAL SBOV El día llegaba pisando fuerte, ya que nos levantábamos a las 5.30AM y rápidamente desayunábamos en 'las Jotas' nuestra barra de pan con mermelada, nos vestíamos y corriendo nos dirigíamos a la Cantine, donde nos recogía Santi con la pick-up para ir a la Paillote, situada a unos cincuenta minutos de viaje en el que apenas había más espacio que el necesario para sentarse. ¡Era realmente emocionante! Nada más llegar, los niños iban a la zona de “las duchas”, donde nuestros monitores chicos les ayudarían a ducharse con los cubos mientras gritaban con entusiasmo nuestra famosa canción: “sabu, sabu, sabu, sabu…” y las chicas mientras desayunaban arroz con un condimento que variaba cada día, y luego al contrario. A continuación, cada monitor se dirigía a su actividad del día, que había preparado la semana anterior y los niños se dividían en “chromes”,por edades para ir pasando por cada una de ellas. Era sin lugar a dudas nuestro momento, en el que cada monitor tenía un tiempo para dedicarle directa y exclusivamente a los pequeños, llevando a cabo la actividad que con tanto entusiasmo había preparado. También era uno de los momentos  más complicados del día, ya que debíamos tratar de conseguir que los niños no se “escapasen” de la actividad para trepar por los árboles  o buscar insectos bajo cualquier piedra o troncó, ¡fauna que ni ellos conocían…! ¡Era la jungla! La hora de la comida era genial, ya que nos reíamos muchísimo con los niños y después venía la siesta. Era el momento en el que aprovechábamos para reponer energías después de una mañana agotadora en la que lo habíamos dado todo… ¡Después de todo, hacía falta! Tras una hora de siesta les despertábamos con música, donde los monitores rompíamos a bailar y así, les animábamos antes de que Kunthea les leyese un cuento. Aprovechábamos ese instante para finalizar entre todos los últimos preparativos la actividad de la tarde. Dos de mis actividades favoritas fueron la gymkana y la feria. Las actividades del día se clausuraban tras la formación, en la que cantábamos el himno de Camboya mientras bajábamos la bandera y finalmente, llegaba uno de los momentos en que más disfrutaba: la “gouter" - merienda- antes de llevarles de nuevo a sus casas. Me encantaba repartir la fruta del día ya que era el último instante en el que podía mirar sus expresiones inocentes llenas de alegría y gratitud  después de una larga jornada en la que juntos habíamos sido felices y entonces yo les devolvía ese mismo sentimiento, de gratitud mientras decía: “Okun Charan” -muchas gracias-.
Formar parte de Veal  Sbov ha sido realmente gratificante. Lo que en un principio se mostraba como una jungla imposible de domar, se convirtió en un espacio único en el que podíamos ser nosotros mismos sacando lo mejor que teníamos dentro, y fue precisamente esa energía indómita en cada uno de nuestros niños lo que creó finalmente un ambiente lleno de cercanía, felicidad y entusiasmo… Por último, me gustaría recalcar una frase que Sandra -nuestra coordinadora- colgó en la pared de la Paillote y que tuve muy presente durante todo el camp, ya que se convirtió en mi lema y me ayudó a darme cuenta de lo fácil y enorgullecedor que era hacerles felices. ¡Fue a partir de entonces cuando realmente aproveché al máximo y ofrecí lo mejor de mí! La frase decía así: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” Madre Teresa de Calcuta.  
Asociación constituida en Madrid el 3 de noviembre de 2004.
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VEAL SBOV El día que me asignaron el famoso Veal Sbov, me sentí realmente emocionada, ya que, según relataban algunos monitores veteranos, estaba formada por los niños más indómitos y también más queridos que PSE acoge en su Programa de Continuidad Escolar. El enclave se encontraba en un pueblecito, alejado del centro de la capital, (de donde partíamos cada mañana), al que fuimos unos días después de que nos asignasen el Camp. Se trataba de una comunidad de lo más humilde, formada por unas cuantas chabolas , levantadas bajo un suelo con montones de botellas de plástico. Esos eran los hogares de los niños que más adelante formarían mi querida "Paillote Bai". Tras mi primera visita, contemplé una escena que no me abandonó durante varios días: una mujer cogiendo en brazos a su niño, caminando entre gallinas que correteaban a su lado, descalza sobre la basura y portando a bebé desnudo… ¡Nunca había visto nada igual! Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba dispuesta a dar lo máximo de mí, todo lo que estuviera en mi mano para proporcionarles un poco de felicidad a esos niños.
EL GRAN CAMBIO La primera semana fue una semana de adaptación, en la que me centré en conocer a mis compañeros voluntarios y en hacerme al lugar, las instalaciones, los horarios y sobre todo a los niños, que como yo misma pude comprobar, eran explosivos… en definitiva, a tanto cambio. Este shock del primer momento se desvaneció rápidamente un par de días después, cuando pasé de dicho periodo a a desear llegar cada día y a quererlo tanto hasta formar parte de mí...
UN DÍA EN VEAL SBOV El día llegaba pisando fuerte, ya que nos levantábamos a las 5.30AM y rápidamente desayunábamos en 'las Jotas' nuestra barra de pan con mermelada, nos vestíamos y corriendo nos dirigíamos a la Cantine, donde nos recogía Santi con la pick-up para ir a la Paillote, situada a unos cincuenta minutos de viaje en el que apenas había más espacio que el necesario para sentarse. ¡Era realmente emocionante! Nada más llegar, los niños iban a la zona de “las duchas”, donde nuestros monitores chicos les ayudarían a ducharse con los cubos mientras gritaban con entusiasmo nuestra famosa canción: “sabu, sabu, sabu, sabu…” y las chicas mientras desayunaban arroz con un condimento que variaba cada día, y luego al contrario. A continuación, cada monitor se dirigía a su actividad del día, que había preparado la semana anterior y los niños se dividían en “chromes”,por edades para ir pasando por cada una de ellas. Era sin lugar a dudas nuestro momento, en el que cada monitor tenía un tiempo para dedicarle directa y exclusivamente a los pequeños, llevando a cabo la actividad que con tanto entusiasmo había preparado. También era uno de los momentos  más complicados del día, ya que debíamos tratar de conseguir que los niños no se “escapasen” de la actividad para trepar por los árboles  o buscar insectos bajo cualquier piedra o troncó, ¡fauna que ni ellos conocían…! ¡Era la jungla! La hora de la comida era genial, ya que nos reíamos muchísimo con los niños y después venía la siesta. Era el momento en el que aprovechábamos para reponer energías después de una mañana agotadora en la que lo habíamos dado todo… ¡Después de todo, hacía falta! Tras una hora de siesta les despertábamos con música, donde los monitores rompíamos a bailar y así, les animábamos antes de que Kunthea les leyese un cuento. Aprovechábamos ese instante para finalizar entre todos los últimos preparativos la actividad de la tarde. Dos de mis actividades favoritas fueron la gymkana y la feria. Las actividades del día se clausuraban tras la formación, en la que cantábamos el himno de Camboya mientras bajábamos la bandera y finalmente, llegaba uno de los momentos en que más disfrutaba: la “gouter" -merienda- antes de llevarles de nuevo a sus casas. Me encantaba repartir la fruta del día ya que era el último instante en el que podía mirar sus expresiones inocentes llenas de alegría y gratitud  después de una larga jornada en la que juntos habíamos sido felices y entonces yo les devolvía ese mismo sentimiento, de gratitud mientras decía: “Okun Charan” -muchas gracias-.
Formar parte de Veal  Sbov ha sido realmente gratificante. Lo que en un principio se mostraba como una jungla imposible de domar, se convirtió en un espacio único en el que podíamos ser nosotros mismos sacando lo mejor que teníamos dentro, y fue precisamente esa energía indómita en cada uno de nuestros niños lo que creó finalmente un ambiente lleno de cercanía, felicidad y entusiasmo… Por último, me gustaría recalcar una frase que Sandra -nuestra coordinadora- colgó en la pared de la Paillote y que tuve muy presente durante todo el camp, ya que se convirtió en mi lema y me ayudó a darme cuenta de lo fácil y enorgullecedor que era hacerles felices. ¡Fue a partir de entonces cuando realmente aproveché al máximo y ofrecí lo mejor de mí! La frase decía así: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.” Madre Teresa de Calcuta.